La vida es algo más que empujar todo el tiempo
Muchas veces nos sentimos a cargo de todo. Como si la tierra necesitara de nuestro esfuerzo para seguir girando. Por suerte vienen las crisis, las enfermedades para darnos la oportunidad de despertar y entender que la vida no necesita nuestro esfuerzo
Emilio salió del consultorio del oncólogo sosteniéndose como pudo. Por qué la vida se había ensañado tanto con él? Está bien; no le había prestado mucha atención a ese cansancio que venía arrastrando desde un año antes de que le diagnosticaran el cáncer de colon. Pero, ¿de ahí a semejante catástrofe? La vida podía ser cruel y despiadada.
Lo que inicialmente había prendido las señales de alarma -el diagnóstico de un tumor maligno en el intestino grueso-, se convirtió en un abismo cuando la tomografía mostró que tenía varias metástasis.
Le extirparon todo el mal, y cumplió rigurosamente con el largo tratamiento. Se sintió curado. Festejó su cumpleaños exultante, por haberle ganado a la enfermedad. Su férrea determinación todo lo podía.
“A los tres meses y en el primer control de rutina, se encontró que había muchas metástasis nuevas. Con la voluntad se podía intentar todo pero no lograr todo”.
Del consultorio del médico, apenas pudo caminar hasta el bar más cercano. Había ido solo, como siempre. Aunque le hubiera encantado que alguien lo acompañara, siempre sobreactuaba su fortaleza, mostrando que era autosuficiente. Esta vez, lo único que hubiera necesitado era un abrazo. Un hombro en el cual apoyarse y llorar como un chico. Descargar toda la impotencia junta. Dejar de hacer esfuerzos por ser fuerte. Ya está. La vida lo había desparramado.
“Pidió un cortado, mientras miraba la nada. El mozo intentó una conversación pero Emilio nunca le contestó. Si se iba a morir pronto, qué sentido tenía seguir siendo correcto" >
Aquellas palabras retumbaron en el cálido escritorio de la médica.
-El tiempo de vida que me quede, no quiero pasarlo en centros de quimioterapia.
La directora sabía bien de qué le estaban hablando.
-Le cuento que hay muchos casos de remisiones espontáneas, de esas curas que la ciencia no puede explicar, -dijo.
-Eso es lo que vine a buscar, -contestó Emilio, -aunque ni yo mismo lo creo.
Estaba aturdido, cagado a palos por la vida. Tanto esfuerzo, tanta voluntad, actitud, habían sido estériles. Tal vez por primera vez en cuarenta años, su determinación no servía para nada.
-Y qué tengo que hacer para curarme del cáncer, -preguntó con escepticismo.
La médica lo miró compasiva. Cómo explicarle a alguien tan duro que solo confiaba en sí mismo? Percibía que ese paciente era incapaz de soltar, entregarse, aún en circunstancias tan extremas. No se había dado cuenta que vivir era otra cosa.
“En general, se producen cuando las personas se entregan. Cuando asumen su impotencia. Que no pueden hacer nada de nada. Que su férrea voluntad no funciona. Cuando dejan de empujar y se abren al misterio de la vida. En ese punto límite algo cambia y el cuerpo, en vez de autodestruirse empieza a repararse”.
Emilio la escuchaba con incredulidad. La directora le contó que estas crisis eran una invitación al cambio.
-Que el cáncer que tengo es una invitación?, -dijo Emilio con enojo. -Se me llevan mi vida y usted dice que es una invitación? Hubiera preferido que no me invitaran a ningún lugar, y que mi vida siguiera como estaba, que estaba perfecta.
-Si hubiera estado perfecta no se habría enfermado, -sacudió la médica con ternura.
“El cáncer es siempre una enfermedad mortal. Pero nos ofrece dos alternativas. Matar nuestro cuerpo, o matar el personaje que éramos hasta que apareció. Y solo si muere la persona que éramos hasta antes de enfermarnos, el cuerpo puede sanar. Solo cuando no tenemos más posibilidades, comienzan nuestras reales posibilidades. Antes es imposible porque estamos llenos de certezas, voluntad, ideas. Solo cuando experimentamos que todo eso no sirve para nada, tenemos alguna chance”.
Emilio podía reconocer algo de verdad en aquellas palabras. Pero qué hacer? Él no conocía lo que era no estar a cargo, no estar empujando todo el tiempo. Incapaz de registrar que eso mismo era lo que estaba en crisis. Cómo hacer para dejar de hacer, dejarse en paz? Casi que parecía absurdo. Se dio cuenta que aún en medio de aquella situación dramática, no había soltado. Solo estaba aturdido, desconcertado. Pero seguía a cargo de todo, aunque en ese momento se sintiera acorralado y sin saber por dónde ir.
Pocos meses después, para liberarlo de su enorme responsabilidad de vivir, la vida lo eximió de seguir a cargo.